1831 - 1900






Bolívar en el Potosi
Tito Salas


Bolivar Diplomatico
Rita de la Peñuela 1860


Delirio sobre el Chimborazo
Tito Salas
Estamos investigando sobre artistas y pintores que pudieron haber conocido el verdadero rostro de nuestro Libertador y haberlo plasmado en el linzo despues de su muerte.


En esta época hay una profusa producción tanto pictográfica como de esculturas y reliquias donde aflora un sentimiento patriótico apoyado por verdaderos admiradores de la vida y gesta de nuestro libertador y por políticos que utilizan su recuerdo e imagen para proyectarse. En todo caso  estas manifestaciones tanto de artistas como del imaginario popular están inspiradas en obras ya hechas como en tradiciones orales, nos hemos permitido transcribir un fragmento tomado del Noticiero Digital del artículo “Escenario y figura de Bolívar Super-Héroe en la Venezuela de 1870-1899” de José María Salvador González del Depto. de Historia de Arte I (Medieval) Universidad Complutense de Madrid. El cual no compartimos en su totalidad, pero que ilustra con gran maestría este periodo de nuestra historia republicana.
A partir del último tercio del siglo XIX la efigie de Bolívar -en las modalidades, técnicas, poses, formatos y asuntos temáticos más disímiles- alcanza en Venezuela una vasta y profunda difusión en los ámbitos público y privado, hasta el extremo de convertirse en el elemento más recurrente y notorio del paisaje cultural y del imaginario colectivo de esa nación. De hecho, desde la década de 1870 la imagen del Libertador se va manifestando cada vez más omnipresente a lo largo y ancho del país, y no sólo en el edificio gubernamental o en la lujosa residencia burguesa, sino incluso en el modesto hogar del ciudadano de a pie y hasta en la humilde choza del desheredado de la fortuna.
A juicio del historiador venezolano Germán Carrera Damas, reconocido experto en el proceso de mitificación de Bolívar, en Venezuela la presencia constante del Libertador, verdadero símbolo de su emancipación nacional, alcanzó la forma de un culto a su personalidad individual, eje, a su vez, del culto al héroe venezolano en general. Según dicho autor, el culto al Padre de la Patria se estructura históricamente a partir de sus triunfos en la Guerra de Independencia, cuando alcanzó fama y prestigio en un nivel desconocido en América, hasta llegar a ser distinguido como el Libertador de los pueblos. En el sentir de Carrera Damas, la figura de Bolívar ha recibido desde entonces una atención inagotable, incluso en sus detalles más insignificantes, al punto de que la enorme masa documental sobre su vida y hechos, y la excepcional profusión de estudios sobre su persona, lejos de hacer progresar su conocimiento, lo tornan cada vez más confuso y cada vez menos convincente.
Tan idealizado es el tratamiento concedido a Bolívar que el mentado historiador no duda en calificarlo de verdadero culto religioso, suerte de religión laica según la cual el Libertador se trueca en un auténtico modelo de cualquier cualidad humana y de todas las virtudes éticas y espirituales. Así, en otro ilustrativo libro, Carrera Damas llega a afirmar:
Esta adaptación casi religiosa de Bolívar no responde solamente a una demanda de paradigmas de carácter moral y espiritual, cumpliendo para ello una función ejemplarizante; corresponde igualmente a una demanda social, política e incluso sentimental, y desempeña por lo mismo roles cuyo conocimiento es esencial para la comprensión tanto del pasado como del presente social y político de la sociedad venezolana.
Con base en tales premisas, el mismo autor concluye que la satisfacción de tan específicas necesidades sociales exige que Bolívar se convierta en un personaje, que además de paradigmático, se corresponda con las expectativas del presente, por lo cual, además de ilustrar los valores morales, debe representar también “la nación y el nacionalismo, la democracia y aun el populismo”.
Nadie ha contribuido con mayor entusiasmo y eficacia a ese continuo proceso de mitificación de Simón Bolívar que el presidente Antonio Guzmán Blanco durante sus 18 largos años de hegemonía política en Venezuela (1870-1877, 1879-1884, 1886-1888). Así -y éste es sólo un indicio-, bajo la férula del “Ilustre Americano”, el Libertador es objeto de cuatro hiperbólicas glorificaciones heroizantes o Apoteosis [7], celebradas en otras tantas coyunturas: el paseo triunfal y la exhibición de sus pertenencias con motivo de las “Fiestas de la Paz” (28 de octubre de 1872), la inauguración de su estatua ecuestre en Caracas (7 de noviembre de 1874), el traslado de sus cenizas al Panteón Nacional (28 de octubre de 1876), y el Centenario de su nacimiento (1883).
Ya para la temprana fecha del 28 de octubre de 1872, dos años y medio después de asaltar el poder, Guzmán Blanco pone en escena un complejo ceremonial destinado a ensalzar con gran pompa la memoria del Padre de la Patria y, aprovechando tan oportuna efeméride, para autoensalzarse sin el menor recato. Así, con miras a mantener lo más vivo y perdurable posible entre la ciudadanía el recuerdo “agradecido” de su victoria en la batalla de Apure (fines de enero de 1872), el “Caudillo de Abril” ordena convertir esa fiesta nacional bolivariana en un festival patriótico que, además de reafirmar el culto al Libertador, sirva también de escenario para celebrar la paz recién conquistada y, de rebote, para auto-ensalzarse como victorioso “Pacificador” de la República. Con tal propósito en mente, el autócrata organiza para los días 26, 27 y 28 de octubre de 1872, conforme a un meticuloso programa oficial, un triduo de fastos patrios, cuyo cenit se alcanza en la última jornada, al ser conducidos en solemne procesión triunfal los objetos pertenecientes al Padre de la Patria, antes de ser exhibidos en dos lugares de profundo significado simbólico: su mausoleo en la catedral de Caracas y el salón de sesiones del Senado. En paralelo, y para que nadie olvide quién es “el amo del circo”, Guzmán Blanco hace exponer durante esos tres días con el mayor boato en el Palacio de Gobierno el Gran Cuadro Alegórico de la Batalla de Apure, óleo del pintor valenciano Miguel Navarro y Cañizares, pintado por encargo para enaltecer hiperbólicamente la “gloria” del Ilustre Americano.
El acto central de esa primera Apoteosis lo constituye la exhibición pública y el paseo triunfal de las pertenencias de Bolívar por las calles de Caracas. El 28 de octubre de 1872 un nutrido cortejo de personalidades, al que sigue una multitud de ciudadanos, escolta en solemne desfile los objetos pertenecientes al Libertador por las calles de Caracas, revestidas con flores, banderas, cortinas, palmas, faroles, trofeos y otros ornatos provisorios, a través de un trayecto puntuado por catorce grandes arcos de triunfo efímeros, engalanamiento urbano descrito con lujo de detalles por Nicanor Bolet Peraza en una prolija crónica de aquellas fiestas. Diseñado y construido por Ramón Bolet (en lo que su hermano Nicanor denomina “estilo Renacimiento”), un grandioso arco abarca toda la esquina de Carmelitas. Sufragado por el Primer Mandatario, junto a cuya residencia privada es erigido, dicho arco simboliza la era de paz y progreso inaugurada por el Caudillo de Abril. De los catorce arcos erigidos para la ocasión, éste es -según varios testimonios concordantes- el más rico, elaborado y complejo, gracias al ordenamiento de falsos elementos arquitectónicos, estatuas ficticias y artificiosos símbolos y alegorías. El arco concebido por Ramón Bolet consiste en un tetrapilono de madera, imitando mármoles de distintos colores, en cada una de cuyas cuatro faces un cuarteto de cariátides de mármol blanco, dispuestas sobre pedestales de jaspe con incrustaciones de mármol rojo, representa a otras tantas repúblicas suramericanas con sus respectivos atributos. Corona el arco un escudo nacional de Colombia sobre trofeo de banderas venezolanas.
Encargado por la poderosa comunidad mercantil germana establecida en Venezuela, con el objetivo de patentizar la amistad de dicho país con Alemania, el arco de la esquina de Padre Sierra es diseñado en “estilo heterogéneo” por el pintor y naturalista Anton Goering, residente en Caracas. De columnas rebajadas y cubiertas con musgo, dicho aparato provisorio -empavesado con entrelazamientos de banderas y escudos de Alemania y Venezuela, complementados con tarjas portando los nombres de las principales victorias de Bolívar- remata en su cúpula festoneada con una estatua de la Paz, sedente sobre un globo de oro en actitud de derramar los frutos de su cornucopia.
Con tan ostentoso ornato urbano, la fiesta del 28 de octubre de 1872 se escenifica en estricto cumplimiento del programa oficial. La exhibición del primer lote de pertenencias del Libertador -la espada de oro regalada por el Perú, su sombrero de parada, un par de charreteras, el estandarte de Pizarro, el Acta de la Independencia, la llave de oro de Quispicanchi, las llaves de plata de Cartagena, un retrato del Libertador, el pabellón español del Callao y una bandera colombiana de Ayacucho- se inaugura a tempranas horas de la mañana de ese festivo día, luego de ser conducida en triunfo esa espada de oro peruana por la comisión directiva de las festividades, bajo escolta de la caballería de la guardia de honor y la banda militar, desde la casa de Benigna Palacios, sobrina de Bolívar, hasta el mausoleo de éste en la catedral. Poco después, el segundo conjunto de pertenencias del Padre de la Patria se expone en el salón de sesiones del Senado, en el ex-convento de San Francisco………


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Columna Bolívar
(Mérida, Venezuela)
Es considerada como el primer y mayor monumento a nuestro Libertador, Simón Bolívar. Inaugurada el 17 de Diciembre de 1842, para conmemorar el traslado de los restos de Bolívar desde Santa Marta, Colombia, a Caracas.
Erigida en la Plazuela Mucujún dela Ciudad de Mérida. 
Es una obra de 11 metros de altura, coronada en su capitel por el busto hecho en bronce de nuestro libertador.
En cumplimiento del Decreto del Ejecutivo Nacional, de fecha 30 de Abril de 1842, el Gobernador para la época Gabriel Picón González, ordenó su construcción para eternizar el agradecimiento del pueblo merideño al heroe de la independencia sur americana-